Villavo, Puerto López, Cabuyaro,

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tres lugares y un destino inolvidable

 

Cabuyaro es si lo quiere, el destino final de una aventura que es mejor no hacer en carro. Es ideal hacerlo en un vehículo de Flota La Macarena S.A., que, entre otras cosas, es el único que desde la capital lo lleva a este exótico municipio. 

Y es exótico por la manera en que se llega a él, por la actitud con la que un viajero de verdad podría asumir esta experiencia, porque es para aquellos que no le ponen color a nada, que disfrutan las travesías, comer de manera sencilla en el camino, ver paisajes por la ventana, y mecerse al vaivén de un buen pedazo de carretera destapada, de tierra colorada desnivelada, húmeda (por eso es mejor no hacerlo en carro), y mucho verde en el horizonte. Es un plan para solitarios, para parejas, para aventureros, para quienes quieren hacer algo diferente en realidad, y hasta para la familia. Tal vez no para niños de brazos o adultos mayores. 

La comodidad está al principio. Si sale desde Bogotá, los confortables buses de Flota La Macarena S.A., lo llevarán hasta Villavicencio sin espera, relajado. Allí, en Villavo, puede descansar, visitar un buen restaurante, que no necesariamente debe ser costoso. Para comer carne a la llanera original o chigüiro, basta con un sitio tradicional. Visite la ciudad, vaya al parque Los Fundadores, tómese un buen guarapo llanero y hospédese en el hotel de su preferencia y presupuesto. Los hay para todos los gustos. 

 

 

Al otro día, ya descansado, pero sin afán, regrese al terminal y decida entre dos opciones: o visita Puerto López, o tome de una vez la aerovan que lo llevará a Cabuyaro. Si opta por la primera no se arrepentirá. Puerto López hace parte de la llamada ‘ruta del amanecer llanero’, que no es otra cosa que el recorrido por los caminos que atraviesan varias regiones de los Llanos orientales y en los que los colores enaltecen la belleza de la región. El sol, el azul del cielo que se posa sobre el verde de la interminable sabana es un espectáculo sin igual, gratuito, de sensaciones distintas dependiendo el momento del día en el que lo disfrute. Es tal la inmensidad, que en un mismo punto podría ver el cielo despejado, y justo al lado, cómo empieza la lluvia y se forma la tormenta.

Antes de llegar, podrá parar en el Alto de Menegua, que acoge uno de los lugares más representativos del turismo llanero: el ‘ombligo de Colombia’, simbolizado con un obelisco adornado con alegorías impresas, cuyas imágenes resumen la riqueza del departamento del Meta, belleza que le valió ser declarado patrimonio ecológico, cultural y turístico del municipio. En este momento, ya se construye un mirador de más de 100 metros de altura, desde el cual se podrá, en poco tiempo, disfrutar de una de las vistas más increíbles que existan en el país.

Pero si opta por la segunda opción, salir de una vez para Cabuyaro, podrá vivir lo mismo en materia paisajística, pero también lo bueno y lo malo -dependiendo de cómo lo quiera ver- de la realidad colombiana. Al pasar precisamente por Puerto López, encontrará unos cuantos kilómetros de terreno destapado, asentado con tierra colorada -una de las más fértiles del planeta y que debe su coloración a los componentes y nutrientes que posee-.  

En este punto, es ese camino rojo el que permite el tránsito de esporádicos vehículos, algunos camiones, motos de habitantes y caballos de los llaneros más rudos; es el camino que le llevará aún más adentro del llano. Es tal la paradoja de este camino, que existen señales de tránsito que indican que el límite de velocidad es de 30 kilómetros por hora y otros que indican pasos a desnivel, como si no fuera evidente que, por lo agreste y desnivelado del mismo, es imposible transitar a más de 30 kilómetros por hora. Pareciera que no es una señal de límite de velocidad… Las paradojas de nuestro país, esas a las que Flota La Macarena S.A. y su gente, le ponen el pecho a diario. 

Y es justo allí, adentro, al encontrarse de frente con el río Meta, en donde lo más contrastante del viaje tiene lugar. Para llegar a Cabuyaro es necesario atravesar el río Meta, que en este punto increíblemente no cuenta con un puente para permitir el paso de vehículos. 

La solución ha terminado por ser un negocio lucrativo para algunos y una experiencia de esas que alguien de la ciudad casi nunca vive: Hay que subir la aerovan en un planchón que, en menos de 10 minutos sobre el hermoso río y que distrae con su paisaje, permite llegar al inexplorado destino. 

Es un momento que se disfruta, a costa del atraso evidente que vive el país, pero que no por ello deja de ser una vivencia especial, que poco se tiene, por qué no, con algo de adrenalina y mucha sorpresa. Aunque es difícil saber si lo disfruta más quien vive el momento al llegar de la ciudad, o los habitantes de la región, quienes ríen al ver cómo gozan los turistas algo que es tan normal para ellos. 

Ya estando allí, lo recibirá un clima de unos 27 grados en promedio; visite la ribera del río, tómese unas cervecitas frías y, por su puesto, pregunte por la variedad de pescados para disfrutar alguno sudado o frito, con patacón y ‘preparada’, como le llaman a la limonada o a la aguadepanela helada. Hable con los pobladores, conozca sus calles limpias y tranquilas, y entérese de cómo viven los llaneros el día a día, como bañan a sus caballos frente a sus casas, 

mientras usted está en la gran ciudad tratando de llevar el ritmo imparable de su trabajo. Eso, también es turismo.